Acceder a la Guía

DEMOCRACIA Y DICTADURA: ¿SON TAN EXCLUYENTES COMO SE DICE?

Por: Aquiles Córdova Morán

Miércoles, 26 de Enero del 2022. 11:36:21 pm

Letra más grande

En nuestros di?as y en nuestras sociedades se tiene por verdad incontestable que la dictadura y la democracia son conceptos antago?nicos cuyos contenidos se excluyen radicalmente entre si?, de modo tal que es imposible confundirlos y, ma?s todavi?a, descubrir hechos, pra?cticas o realidades que les sean comunes. Para la mentalidad del hombre de la calle de hoy (y hasta para algunos especialistas), pensar y actuar de otro modo resulta tan inu?til y absurdo como buscar la luz en la tiniebla o, con un refra?n muy conocido, como intentar mezclar el agua con el aceite.

Dictadura: basta escuchar esta palabra para que a todo mundo se le ericen los cabellos, se persigne como quien ve al demonio y estalle en anatemas, condenas y todas las maneras que encuentre a mano para expresar de modo tajante su horror, su rechazo y su condena. Democracia: y la gente se relaja, sonri?e y piensa en todas las virtudes, en todas las bondades, las libertades, las oportunidades y las humanidades que le han dicho se encierran en esta forma de Gobierno, y se dispone instintivamente a dar la vida por ella si fuere necesario.

Pero la amarga verdad y la terca realidad no se dejan someter a ese maniquei?smo exagerado; no se dejan encerrar entre los dos polos de tan simplista disyuntiva: o luz o sombra, sin claroscuros; o bien o mal, sin te?rminos medios; o el parai?so de la libertad absoluta de la democracia o la esclavitud ma?s abyecta connatural a la dictadura. Para empezar, salta a la vista la inconsistencia del lugar comu?n segu?n el cual, en una dictadura, el dictador lo es todo y el pueblo nada; que la masa carece absolutamente de derechos, principiando por el ma?s fundamental que es el de elegir libremente a sus gobernantes, y tiene que someterse al capricho de un solo hombre: el dictador.

La falsedad reside en que no ha existido nunca el Gobierno de un solo hombre, ni siquiera en la e?poca de oro del absolutismo. Es verdad que la dictadura suprime la eleccio?n perio?dica de los gobernantes y sigue luego con otros derechos del ser humano como las libertades de asociacio?n, de organizacio?n, de prensa, de opinio?n y de manifestacio?n pu?blica; pero esto no nace del capricho del dictador, sino de la necesidad de asegurarse el pleno control del pai?s por parte de una clase rica y dominadora, poco numerosa, si?, pero dueña de un inmenso poder financiero, militar, y político, en cuyo nombre e intere?s se toma el poder por la fuerza, se dictan las poli?ticas restrictivas y se sostiene al Gobierno de facto contra la voluntad popular. Sin embargo, para que esto dure es necesario, como en la democracia, no so?lo dar resultados al grupo dominante, sino tambie?n algu?n incentivo a la masa, al pueblo trabajador, pues es imposible que un Gobierno se sostenga sólo con el filo de las bayonetas.

Y, ¿que? ocurre con la democracia? De antiguo se sabe, cuando menos desde que Montesquieu escribio? El espi?ritu de las leyes (para no irnos hasta la Atenas de Pericles), que, para que exista una democracia electoral aute?ntica, es indispensable que haya, primero, democracia econo?mica; esto es, en te?rminos realistas de hoy, que la distancia entre las clases altas y el pueblo no sea abismal, que la riqueza social se distribuya de la manera ma?s equitativa posible. ¿Por que?? ¿Que? pasa alli? donde la desigualdad es tan grande y tan honda que la sociedad se divide y se polariza en grupos antago?nicos? Alli?, las masas trabajadoras viven atadas al yugo de una extenuante jornada de trabajo y a un mi?sero ingreso para mal vivir, y, por tanto, son presas de la ignorancia, la enfermedad, la malnutricio?n, la apati?a poli?tica y la apati?a en general ante los grandes problemas de la existencia social; de aqui? que, en estos casos, ocurra lo mismo que en las dictaduras, esto es, que el poder se torna monopolio de la clase adinerada y educada y es ella la directamente beneficiada con la actividad del Gobierno.

Es, por tanto, la que lo defiende y sostiene frente al pueblo con maniobras, manipulaciones y con la fuerza misma en u?ltima instancia. En suma: contra lo que generalmente se piensa, la democracia en los pai?ses muy desiguales es, tambie?n, una dictadura de clase, de unos pocos privilegiados que imponen su voluntad y sus intereses a las mayori?as, aunque, a diferencia de la dictadura abierta, el poder se legi?tima cada cierto tiempo mediante el voto popular, el voto de un pueblo que lo ignora todo de la poli?tica y de la economi?a apremiado por lo que le espera al di?a siguiente.

Y tambie?n aqui?, como en las dictaduras, no todo son palos, pobreza y manipulacio?n; algo toca a los pobres. Se le prometen algunos derechos a trave?s de la ley escrita y se le respetan en los hechos mientras su ejercicio no ponga en riesgo al status quo. Pero, igual que en las dictaduras, cuando los intereses del sistema corren peligro, aunque sea mi?nimo, todas las libertades, derechos y garanti?as no so?lo son preteridos ante la necesidad prioritaria de orden, tranquilidad y paz pu?blicas, sino que se les combate, calumnia y criminaliza en abierta contradiccio?n con el discurso democra?tico y hasta con la letra misma de la ley.

Se ha dicho que un signo inequi?voco de gobierno dictatorial (y uno de sus mayores dan?os) es el envilecimiento que causa en la sociedad entera, en las organizaciones, en las familias, en los medios informativos, etce?tera, el terror provocado por el uso perverso de los tribunales, la ca?rcel, la fuerza pu?blica y la represio?n, envilecimiento que obliga a todos a callar la verdad, a sofocar sus sentimientos filiales, paternales, humanos, para adular y besar la mano que encarcela, reprime y tortura a sus hermanos, padres, hijos y amigos.

Los obliga incluso a condenarlos y delatarlos, como acabamos de ver en el caso de los bombazos de Boston. No so?lo eso. Se criminaliza y persigue a la organizacio?n no autorizada del pueblo; se calumnia, amenaza y reprime toda forma de protesta pública auténtica, mientras se aplaude y alienta a los paleros del poderoso. Hasta la tan ensalzada y pregonada libertad de prensa se acota, limita y condiciona a los intereses de la democracia: entra en juego la mordaza a los opositores, la censura a los medios, so pena de clausura o de ahogo econo?mico si no se someten a las ?o?rdenes superiores?.

El dictador, abierto o democra?tico, sofoca la voz de los inconformes pensando tal vez que asi? desaparecera?n los problemas; y los medios se suman a la farsa. Ante tal comedia, no queda ma?s que preguntar como lo hiciera en su di?a Sor Juana Ine?s de la Cruz: ¿Y quie?n es ma?s de culpar aunque cualquiera mal haga, el que peca por la paga o el que paga por pecar?

El Sol de Nayarit en Facebook:

Danos un voto de confianza y oprime este botón para mantenerte al tanto de cada actualización.

Comentarios

Agrega un Comentario
Nombre:
Cometario:
Nota.- Se recomienda discreción a la hora de vertir un comentario ya que todo lo que se escriba se publicará sin edición, restricción o censura alguna.
El Sol de Nayarit se reserva el derecho de eliminar algún comentario que considere difamatorio o que pudiera ser ofensivo para alguna persona, así como también se reserva el derecho de eliminar cualquier comentario amenazante, intimidatorio o que pretenda difundir temor o inestabilidad social.