Sergio Mejía Cano
Ya tiene días que se miran por calles del Centro Histórico de Tepic, personas de piel muy morena que, claramente se ve que no son mexicanos, sino posiblemente haitianos o centro y sudamericanos. Deambulan muy tranquilos saludando a quienes se cruzan con ellas y ellos; aunque son más hombres que mujeres. Y desde luego que también se ve a esta gente en las inmediaciones de La estación del ferrocarril.
a mayoría de los vecinos del entorno a la estación ferroviaria, ya es muy común mirar a todo tipo de personas que posiblemente no sean connacionales o tal vez algunas de ellas sí lo sean; pero por el hecho de andan casi siempre a la intemperie, los rayos del Sol les ha oscurecido el tono de su piel, por lo que pueden confundir con que sean de otras latitudes. Aunque claro está, la raza mexicana es muy variada en cuanto al color de la piel; sin embargo, la gente que se ha mirado últimamente en la capital nayarita, es una tonalidad corporal no tan extendida en nuestro país, si acaso en los estados como Guerrero, Veracruz, Oaxaca y de más al sur; pero la estructura de sus facciones y, al oírlos hablar, los delata como extranjeros, además de la discreción con la que se comportan, como tratar de pasar lo más desapercibidos que se pueda. Aunque si bien llaman la atención por su apariencia, de la mirada de extrañeza no pasa.
Y precisamente, en una ocasión que se llevó a cabo una junta de vecinos del entorno a la mencionada estación del ferrocarril, para tratar el asunto de la seguridad en el barrio, hubo algunos vecinos que se refirieron a los denominados coloquialmente como ?trampas? que, son quienes viajan de polizones en los trenes de carga t que por lo regular van en busca del sueño americano, dichos vecinos decían que podrían ser un peligro porque tal vez cometerían algún tipo de robo o dañar o asustar a mujeres y niñas que anden cerca de las vías férreas, etcétera.
Sin embargo, de los vecinos y vecinas más antiguos, les hicieron ver que, desde que se comenzó a poblar la zona cercana a la estación ferroviaria, nadie había tenido problemas con esa gente que viaja en los trenes de carga como trampas, porque por lo regular lo único que hacen al bajar del tren y mientras reanuda su marcha ya sea hacia el norte o sur, es pedir comida, agua y cuando hace frío, alguna prenda que ya no quiera la gente de la casa en donde piden y listo. Y esto, porque lo que menos les conviene a estos viajeros que van a la aventura es meterse en problemas y que por ello, los vayan a meter a la cárcel siempre y cuando los llegasen a agarrar; pero que a los trampas no se les temía como a algunos de los chicos que se avecindaron en las colonias que se formaron al otro lado de la vía del ferrocarril, pues en los inicios de la colonia ?Tierra y Libertad?, muchos de los jovencitos recién llegados a ese asentamiento humano, seguido se metían en broncas; y entre las nuevas generaciones, hay quienes han seguido los malos pasos de los de antaño.
Y volviendo a los posibles haitianos o centro y sudamericanos, tal vez anden tan campantes por las calles de la ciudad sin temor a que los detengan y los deporten, debido al programa de protección al migrante dejándolos en libertad absoluta para que lleguen a su probable destino, primero a la frontera norte de nuestro país, para después internarse en la Unión Americana.
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