Sergio Mejía Cano
Creo que fue en primero o segundo de secundaria cuando vi por primera vez un átomo, pues en una de las clases nos presentaron varias diapositivas mostrando el núcleo, los electrones y protones, etcétera; y recuerdo que el profesor expositor nos dijo a sus alumnos que, si nos fijábamos bien, el átomo semejaba en cierta forma a nuestro sistema solar representando el núcleo al Sol y los protones y neutrones a los planetas que giran a su alrededor.
Posteriormente, oí a alguien decir que el universo era tan basto que, un solo grano de arena del desierto del Sahara, podría ser una galaxia entera, pues la galaxia en la que gira y se traslada nuestro sistema solar es tan pequeña dentro del mismo universo, que prácticamente se pierde dentro de un enorme espacio infinito; infinito para nuestro ciclo de vida como humanos; pero posiblemente muy reducido para alguien más.
Porque al igual que para una hormiga la carretera federal 15 se le haría infinita; pero no para los humanos que, de acuerdo a la máxima de que todo lo que tiene principio tiene un fin, tal vez para la hormiga haya espacios finitos que, para otras especies signifiquen ser infinitos. Así para la humanidad, hay espacios finitos e infinitos.
Cierta vez mirando un documental en la televisión, en la pantalla aparece un monstruo de un color oscuro, con varios pares de patas y una especie de pinzas; algo mucho más sorprendente de cuando vemos una pulga o un piojo ampliado bajo un microscopio. De pronto, la cámara se aleja y poco a poco y ese monstruo va desapareciendo en un fondo de color blanco, hasta que se ve que es una cama con unas sábanas blancas, oyéndose una voz que dice que, si nos había impresionado la imagen de ese terrorífico animal, no era más que un ácaro que está en todas las camas y que, por más limpias que estas estén, de todos modos, ahí están presentes esos bichos que se alimentan de las células muertas que desprende nuestra piel. Pero lo más impresionante, fue que la misma voz dijo que, si bien la imagen estaba ampliada miles de veces, ese animal tenía más vidas en su interior, y así hasta el infinito y más allá; pues así como dentro de nosotros tenemos lombrices, bacterias y muchos tipos de especies que viven dentro de un cuerpo humano, también esos seres tienen más vidas en su interior, por lo que lo más probable era que nosotros mismos estuviésemos en el interior de otro cuerpo y este a su vez dentro de otro y otro y así subsecuente y sucesivamente.
Así que, por lo mismo, se deduce que el planeta que habitamos sea un ser viviente al que, la humanidad y no otras de sus especies, estén acabando por enfermarlo debido a que algunos científicos y analistas desde la muy remota antigüedad, han afirmado que los seres humanos somos el error de la Naturaleza, que somos vegetales de segunda clase y, una prueba muy palpable de que somos su error, es que por donde pasan los humanos la hierba ya no crece. Pues por donde la gente hace camino y pasa constantemente el camino se va trazando sin que ningún arbusto o maleza vuelva a crecer o aparecer por donde ha estado pasando el ser humano, ¿por qué? ¿Será tal vez como un desprecio de la Madre Naturaleza a una de las especies que sabe que podría acabar con la vida en todas sus formas conocidas hasta hoy?
Cuando leí respecto a que las células cancerosas se ven bajo microscopio de un color casi blanco respecto a las demás, recordé cuando una maestra en la secundaria nos comentó a sus alumnos que, el progreso de la humanidad más bien se podría considerar como un cáncer en el planeta, pues para que ese progreso avanzara, al planeta se le estaba haciendo un daño terrible, ya que se tenían que estar destruyendo flora y fauna, perforar grandes extensiones de terreno, como por ejemplo las minas subterráneas, contaminando arroyos, ríos, y mares, convirtiendo esos arroyos y ríos que, en sí se podrían considerar como las venas de nuestro cuerpo; pero ahora sin que corra el agua (o la sangre) como cuando están sanas esas venas, porque ahora llenas de arteriosclerosis, tal y como esos arroyos y ríos, lo que llega al Mar (al corazón), portan más inmundicia que sanidad, por lo que un cuerpo así, llega a colapsar; y lo mismo se ve que ya está pasando con nuestro planeta que, cada día se ve más esclerótico y lleno de células cancerosas que le forman tumores o huecos ya difíciles de cubrir, por lo que no tarda el día en que la Madre Naturaleza nos cobre la factura entera. Por lo pronto, ya nos ha anticipado avisos.
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