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Ante la prematura partida de un hijo

Una experiencia más allá de lo ordinario

Francisco de León/El Sol de Nayarit

Miércoles, 13 de Enero del 2021. 9:47:00 pm

Letra más grande

A la inmensa mayoría nos gusta escuchar experiencias de vida, más aún cuando tienen un tinte de historia extraordinaria o inexplicable, dando rienda suelta a nuestra imaginación; En esta ocasión compartiré una experiencia personal y me gustaría aclarar que lo que a continuación narraré, es absolutamente real y apegado a la verdad.

Era el año 1971 cuando llegué a este mundo, apenas con unos cuantos meses de existencia mi familia materna vivió una terrible tragedia, mi abuela, que de cariño me acostumbraron a llamar como Mamá Martha, le había regalado un carro a su hijo menor, recién acababa de cumplir 18 años de edad, para todo aquel padre o madre, no es de extrañez que el menor hijo sea al que más se le expresa el cariño y al que más se le intenta proteger.

Mamá Martha no era la excepción, Joel, el hijo menor de seis hermanos gustoso recibió aquel "Vocho" blanco que cualquier joven a su edad soñaba, un espléndido regalo de cumpleaños que según cuentan, continuamente salía con sus amigos para pasear en su carro.

Habían pasado apenas unos cuantos meses y un viernes alrededor de las 8:00 de la noche recibió una llamada, la terrible noticia había llegado, Joel, había ido a Xalisco junto con dos amigos más, a su regreso habían tenido un terrible accidente a la altura de la curva de El Guayabo y lamentablemente, su muerte había sido fulminante tras desnucarse.

En ese momento y con apenas unos meses de edad, evidentemente no fui consciente de ese terrible suceso, pero desde que tengo uso de razón, en reuniones familiares se le recordaba al tío Joel; anécdotas iban y venían de ese gran ser humano que recordaban, incluso revivían con gran dolor su trágico y repentino fallecimiento, una partida que aunque resignada, nunca olvidada.

Cuando llegué la Secundaria, comencé a ir diariamente a la casa de Mamá Martha después de salir a la 1:00 de la tarde, tan sólo llegaba y tenía que realizar la tarea mientras esperaba que la comida estuviera lista, al principio todo era normal, hasta que un día me dijo: "Escuchaste, es tu tío Joel, quiere que se prenda la tele, por favor enciéndela".

Esas palabras fueron sorpresivas y debo confesar que me parecieron absurdas, no había escuchado nada y recuerdo haber pensado: "Pobre abuela, después de tantos años aún no se resigna de la pérdida de su hijo" y por supuesto, prendí la televisión.

Algunos días pasaron con normalidad hasta que un día escuché justo a las 2:00 de la tarde una especie de golpe que provenía de la Televisión, de inmediato Mamá Martha dijo: "Prende la Tele, Joel la quiere ver".

Hasta entonces supe a qué ruido se refería y entendí por qué de manera diaria prendía la televisión a esa hora; mi razonamiento inicial no había cambiado mucho: "Pobre abuela".

Curiosamente mientras pasaban los días, más continuamente escuchaba ese golpe proveniente del televisor aún cuando estaba apagado e incluso desconectado, siempre a la misma hora, hasta llegar a escucharlo a diario, por lo que un día le pregunté por qué sabía que era Joel quien quería que la televisión se encendiera, me respondió: "Tu tío nunca se ha ido de aquí, siempre me acompaña, cuando vivía, llegaba siempre de su escuela a las 2:00 en punto y siempre prendía la televisión para ver las noticias, nunca se las perdía".

Durante más de 2 años continuó esa rutina a diario, 2:00 pm, golpe, prender la televisión, comíamos y después llegaba mi madre, mis tíos, convivíamos y me sorprendía que durante todo ese tiempo Mamá Martha nunca refiriera esa rutina.

Para 1986, con 16 años de edad ni siquiera podría imaginar que en el mes de Noviembre, viviría una experiencia que marcaría mi vida para siempre.

Como cada año, acompañé a Mamá Martha y a mi madre, a comprar dos Coronas de flores para el 2 de Noviembre, Día de los Muertos, Mamá Martha había comprado una Corona con rosas blancas para su hijo Joel que estaba sepultado en el Panteón Hidalgo de Tepic, y una con flores rosas para su madre que estaba sepultada en Acaponeta.

Fuimos directo a su casa, eran como las 9:00 de la mañana, ya que teníamos que resguardar las Coronas para que no se marchitaran con el calor del interior del vehículo en el que nos transportábamos, con total cuidado colgamos la de flores blancas en la sala, otra a unos cuantos metros en el pasillo que conducía a los dormitorios.

Al colgar la segunda Corona Mamá Martha dijo: "Me gusta la de flores blancas para llevárselas a mi madre, pero... no, tendría que darle a mi hijo la de color rosa y creo que eso le molestaría".

Salimos de casa para dirigirnos al mercado Abasolo, faltaban veladoras, así que fuimos a toda prisa, ya que teníamos que ir al Panteón Hidalgo y después salir a Acaponeta, en aquel tiempo se hacían por lo menos 3 horas de camino.

Después de comprar las veladoras regresamos a casa para tomar la Corona con flores blancas y llevarlas a la tumba del Panteón Hidalgo donde yacía el tío Joel, solo que la Corona ya no se encontraba en la sala, alguien debió haberla tomado, quizá alguno de mis tíos había ido y la había cambiado de lugar, la buscamos en toda la casa, pero la Corona simplemente había desaparecido, la explicación más lógica es alguien debió habérsela llevado.

Ya no había opción, la Corona color rosa la llevamos a la tumba del tío Joel, prendimos veladoras y oramos por algunos 20 minutos, no había mucho tiempo, salimos del Panteón Hidalgo y desafortunadamente ya no había presupuesto suficiente para comprar otra Corona para sustituir la que habíamos perdido, así que Mamá Martha solo compró un ramo de flores y desconsolada fuimos de nuevo a su casa para recoger algún jarrón para llevar hasta el panteón de Acaponeta las flores hidratadas con un poco de agua.

Al abrir la puerta lo primero que vimos fue precisamente la Corona con rosas blancas colgada en la pared, exactamente en el lugar donde la habíamos puesto con anterioridad, no podía creer lo que veía, ahí estaba, esplendorosa, rosas blancas con rosas rojas en su borde, un arreglo hermoso que reflejaba el majestuoso amor de una madre que ha perdido un hijo.

Mamá Martha, se dirige a un mueble de la sala, tras sentarse, se lleva las manos a la cara y con lagrimas recorriendo su rostro dice en voz alta: "Gracias hijo, gracias por permitirme llevarle esta Corona a mi madre... pronto te volveré a ver".


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Sé que podríamos encontrar muchas explicaciones para lo ocurrido... pero hasta ahora creo haber presenciado ese infinito amor de una madre y de un hijo, ese amor que trasciende tiempo, espacio y está más allá de lo material y más allá de nuestra propia comprensión... hasta ahora creo haber vivido algo extraordinario, creo haber vivido un milagro.

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Comentarios

Yo

2021-01-14 02:19:25

Mamadas !!!!!

2021-01-15 23:20:55

Sin palabras, amen.

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