José Manuel López García
Ciertamente, el marxismo como teoría filosófica supuso un cambio sustancial en las teorías políticas del siglo XIX e impulsó una serie de cambios sociales que transformaron el modo de entender la realidad y las relaciones laborales. Marx luchaba por dar a los hombres y mujeres la plena libertad que es consustancial a la condición humana.
Engels también estaba convencido de que las capacidades y necesidades de los individuos son lo esencial. La explotación en el trabajo era el caballo de batalla de Marx y era la fuente de la mayor parte de los males del capitalismo en el que vivió, pensó y escribió.
Realizó numerosos análisis científicos y también reflexiones y comentarios sobre el sistema capitalista. El ser humano no debe acabar convirtiéndose en una forma de mercancía más. La plusvalía que va a parar a las haciendas de los grandes burgueses, que se aprovechan de las jornadas laborales de más de doce horas, es algo que no puede ser tolerado.
Por tanto, para Marx es evidente que la solución pasa por el profundo cambio de la estructura económica del sistema capitalista. Las contradicciones internas del capitalismo ya fueron analizadas en los libros escritos por este filósofo alemán y han dejado una profunda huella en la filosofía política y en el derecho.
En relación con esto, escribe Karl Marx: «El reconocimiento de los derechos del hombre por el Estado moderno tiene la misma significación que el reconocimiento de la esclavitud por el Estado de la Antigüedad». La esclavitud en la antigua Grecia y Roma era algo irracional y que negaba el valor humano de numerosos seres humanos que no eran dueños de sus propias vidas y carecían de libertad.Era precisa la superación de las formas de alienación, porque la naturaleza humana no debe soportar la enajenación.
Es cierto que se ha discutido mucho acerca de lo que representa para el pensador germano el naturalismo realizado o humanismo, pero en un sentido fundamental está claro que afirma la superación de cualquier tipo de idealismo o espiritualismo.
No está de acuerdo con el idealismo absoluto de Hegel que establece la prioridad del pensamiento sobre el ser. Al contrario, para Marx la materia determina el pensamiento o, expresado de modo más claro, las ideas están influidas por las condiciones materiales de la vida.
Al respecto, escribe el filósofo alemán que «No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino su ser social el que determina su conciencia». Algo que también fue remarcado por el materialismo cultural del gran antropólogo Marvin Harris en el siglo XX.
El carácter dialéctico e histórico de la sociedad y realidad humana son planteados con toda claridad. El mismo Max no se consideraba marxista.
Marx es considerado como uno de los teóricos de la filosofía de la sospecha y es cierto, porque los sujetos están más o menos mediatizados por los intereses del grupo social del que forman parte o, al menos, él piensa que ser objetivo es muy difícil. Por supuesto, en pleno siglo XXI esto se ha complejizado mucho y puede ser objeto de numerosas discusiones, críticas y argumentaciones.
El materialismo histórico afirma que la infraestructura de la base material de la sociedad determina, sin ninguna duda, la estructura social, el desarrollo y el cambio social. Incluye también las fuerzas productivas y las relaciones de producción.
Con el materialismo dialéctico el marxismo está afirmando que la realidad se desarrolla o modifica siguiendo las leyes de la dialéctica que son la ley del tránsito de la cantidad a la cualidad, la ley de la unidad y lucha de los contrarios y la ley de la negación de la negación.
Actualmente, se puede decir que los análisis marxistas están superados por la globalización del capitalismo y por las formas de vida de la era digital en la que estamos. Pero no cabe duda de que, en su momento, el socialismo científico contribuyó a crear paulatinamente una sociedad más humana y solidaria.
También a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del XX se han logrado muchos avances en el ámbito de los derechos laborales y sociales. Y la tarea es larga, como también ponen de manifiesto Habermas y otros.
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