Por Sergio Mejía Cano
Se dice que el más puro estado de inocencia de un ser humano es la niñez, y por lo mismo un niño se podría considerar el ser más inofensivo del universo. Desde luego que en ese estado infantil, muchos llegamos a descubrir más pronto que otros lo que se da en llamar la maldad humana, la crueldad de gente que se le podría catalogar como mal de la mente, porque hacerle daño a un ser tan inocente como un niño, sí que es de lo peor que podría haber en nuestro mundo.
Cierta vez hace ya algunos ayeres, en una reunión con amigas y amigos oficinistas del ferrocarril, se resaltó lo hermoso que es la niñez y que por eso, muchos querríamos volver a ser niños otra vez aun con sus penas y alegrías se destacó así entre los reunidos lo maravilloso de la niñez; sin embargo, una amiga permaneció en silencio mientras los demás disertábamos al respecto, y al preguntarle otra compañera qué le pasaba, respondió diciendo que a ella jamás le gustaría volver a ser niña porque había tenido una infancia terrible, con muchos maltratos de parte de sus padres y hermanos mayores, que padeció mucha hambre y que tuvo que trabajar desde muy niña vendiendo cosas en la calle para ayudarle a su mamá a darle de comer a sus hermanos menores porque los varones mayores de la casa se la pasaban tomando y maltratando a su mamá y a las demás mujeres.
Obviamente que esta revelación nos entristeció bastante a los ahí reunidos, pero más al reconocer que infortunadamente no era ni sería la única niña con una infancia tan atroz, porque era y es muy probable que infinidad de niños y niñas en todo el mundo sufren por los abusos de personas adultas que tal vez jamás piensen que esos niños que maltratan alguna vez crecerán y llevarán en su mente esa mala vida y que posiblemente algunos quieran cobrarla en otros niños o a la mejor haya entre esos niños maltratados que jamás le harán a otros niños lo que les hicieron a ellos.
Se le aclaró a esta muchacha que el asunto de haber tocado el tema de que no hay como la infancia para saber disfrutar de lo más puro del ser humano era precisamente por eso y no para recordar lo malo que nos pudiera haber ocurrido cuando niños, porque así hoy en día muchos reconozcamos que los regaños de nuestros padres fue para bien, a la vez muchos de nosotros los podríamos recordar como días negros de nuestra infancia y más cuando nuestra mamá nos daba con lo que tenía a la mano y la incongruencia de oírla decir que no metiéramos las manos en donde creíamos que nos iba a llegar el cintarazo, el chanclazo, garrotazo o simplemente el golpe con la mano de mamá sin nada más que con la intención de hacernos ver que habíamos hecho una travesura más allá de las permitidas a un pequeño menor de edad. Claro que también salió el tema de la mamá que castigaba a sus retoños para dizque hacer sufrir al papá de sus hijos.
En esa reunión también se tocó el tema del racismo y la discriminación, ya que varios de los que estábamos en dicha reunión teníamos la plena convicción de que en nuestro país no había un racismo tan severo como en los Estados Unidos y en otros países en donde la raza blanca había invadido territorios ancestrales pasando a considerar a los natíos como seres de segunda clase.
En mi caso particular pensaba cuando niño que no había racismo ni discriminación en México hasta que en un programa de televisión allá a mediados de los años 60 del siglo pasado en donde había concursos para los infantes, uno de estos concursos que consistía en canto, claramente lo había ganado una niña morenita de aspecto indígena que a todos nos había maravillado con su voz, y recuerdo tan bien esa vez porque el primer lugar se lo dieron a otra niña pero güerita; y lo recuerdo muy bien ese día porque al estarme poniendo un costal en las piernas para participar en un concurso de saltos encostalados, oí decir a uno de los conductores del programa de nombre ?Legión Infantil?, que el premio no se lo habían dado a la niña que había cantado mejor porque no cubría los parámetros para seguir participando debido a su apariencia (sic); sí, tal y como lo escribo fue lo que oí. Y se me grabó en la mente que fui a contarle a mamá esto, y mi mamá nada más me acarició diciéndome que me esperaban más sorpresas en la vida.
Y sí, porque si un servidor hasta antes de cumplir los 11 años de edad creía que no había racismo y ni sabía qué era y mucho menos la discriminación, a lo largo de la vida se comprueba que a mucha gente se le hace a un lado por su presencia física.
Comentarios