Ramón Antonio Larrañaga Torróntegui
En tercero de secundaria nos caracterizábamos por ser perezosos dependiendo del número de tareas que nos dejaban para resolver en casa. Éramos jóvenes que luchábamos con esas tareas al no razonarla prioritaria. Era algo que afectaba nuestro tiempo y no teníamos nada que decir. Los regañados en casa por padres atentos a su devenir en la escuela hacían que sus hijos dedicaran todo el tiempo del mundo en resolver la tarea sin prestar atención a que el joven tenía otro tipo de prioridades. Las mujeres a esa edad estaban dispuestas actuar en ese juego, en automático se paraban con su cuaderno cuando el profesor preguntaba por el trabajo; en cambio los que cumplían trataban en pasar desapercibidos.
Entre los varones, los había muy populares entre las chicas y quizás eso nos lleve a traumarnos por ser amigos de clase, ser tímidos pero realmente ellas nos empujaban a cambiar de actitud para ser observados pasando de introvertido a ser el centro de atención aunque lo fuera en forma actuada. La táctica no es nada cómodo cuando hablas actuando para llamar la atención o tratas de ser como el imaginario que las chicas persiguen y solo hablan de ese y no de ti, eso desesperaba o tenías que aparentar lo que no eras. Difícil es el admitir que la timidez no permite ser el joven que las chicas desean. El malestar se refleja en que dejan en hablarte, tienes pocos amigos. Un chico introvertido no es raro en un salón de secundaria a verse convertido en centro de burlas. Las chicas lo valoran como un retraído, imbécil, estúpido, débil y lo atacan con sus burlas logrando a menudo que este joven termine estancado en su vida futura. No es bueno el hacerlo culpable.
La escuela secundaria era un nido de jóvenes vagos, débiles, diferentes a los abusadores convertidos en el prototipo que las chicas seguían, una forma injusta en seleccionar, no es normal pero sucede que los dedicados al estudio se les busque a la hora de un examen, los coloquen en el centro para copiarle, es la norma establecida. Al paso de los años mi perspectiva de la manera en la que convivimos en la secundaria no ha cambiado, y no sé si sea bueno o malo porque se sigue molestando a las personas introvertidas, se les molesta con juegos por parte de los inmaduros, vagos sin permitirles esa necesidad de inter actuación en igualdad de circunstancias. Uno debería hacer lo que desea y en ello juzgo es el problema.
Hay profesores y chicas que están dispuestas a ayudar pero son raras y no son tan rápidas de ver. Triste realidad. El día de examen se sufría, producía dolores de cabeza, daba vueltas la mente deseando retener los datos fidedignos sin olvidar el menor detalle, se volvía uno casi loco. El mal humor se hacía presente, no se estaba contento con nada y lo único que podría divertirnos era observar que los amigos estaban pasando por lo mismo, una situación estresante. En ocasiones me pregunto ¿Por qué teníamos que elegir un amigo de clase? Solo para tener con quien hablar, podría ser, pero ahora-, siendo adultos ¿Con quién nos encontramos a sabiendas que vamos en el camino final de la existencia?
Es demasiado para la gente pensar que el platicar no significa ser amigo o tal vez lo sea de vez en cuando. Regresando a la escuela: Los profesores enseñaban esperando aprendiéramos, nos compartían lo que ellos consideraban necesario para la vida o mejor dicho para acreditar su materia y esto a lo lejano de los años muchos de esos jóvenes inteligentes para ellos dejaron en serlo en este abrir y cerrar de ojos, los chicos de diez aprendieron a pasar las materias en esa manera pero el entorno se los comió. Sus padres creyeron que nacieron inteligentes y que los mal acreditados venían mal, no sabían lo que querían, misma situación se puede argumentar con aquellas chicas que preferían a los vagos y hoy no están seguras si fueron felices por disputarles cierto chico que las divertía y continuaron a su lado hasta llegar a un mayor compromiso y lo valoran como la parte de su desgracia argumentando "No, comprendo por qué deje que esta desgracia llegara a mi vida" El poder de la atracción de un vago es lo que influye en la locura de muchas chicas pero ellas no tienen a nadie que culpar simplemente eligieron mal o accionaron mal sus hormonas y sin darse cuenta cayeron en la red de una tendencia que se replica cual campana en los salones escolares de secundaria.
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