Por Sergio Mejía Cano
De vez en cuando se le ocurre a alguien decir que para ser candidato a algún puesto de político o funcionario debería contar con una profesión, tener un título que lo avale, para así, dar un mejor desempeño en su cargo.
Hay una frase que se dice ser de origen español que reza que "Hay genios sin estudio y tontos con doctorados"; sin embargo, es común que en todos lados no estén todos los que son y que ni todos los que son estén.
Esto me hizo recordar una plática con un amigo que comentó que al estar estudiando en el Instituto Politécnico Nacional (IPN), allá a principios de los años 70 del siglo pasado, le daba clases Ernesto Zedillo Ponce de León, y comenta mi amigo que en ese entonces, el profesor Zedillo Ponce de León ya se ostentaba como "doctor" en economía; pero resulta que se descubrió que tanto Zedillo como otros profesores más no contaban con dicho doctorado por lo que fueron separados de su clase. Ignora mi amigo si posteriormente sí cursó el doctorado en economía el señor Zedillo Ponce de León, ya que con el tiempo así se le denominaba al entrar al servicio público: doctor en economía.
Pero cuántas veces no se ha documentado que se descubre que infinidad de funcionarios no son lo que dicen ser, que se les ha sacado a balcón demostrando que no tienen los títulos profesionales que dicen tener, y si los tienen, posiblemente los adquirieron en forma no muy clara que digamos, por lo que no sería muy descabellado que si se le escarbara a los currículos de muchos servidores públicos, tal vez se sabría que no cursaron los estudios que dicen tener.
Claro que esto no obsta para que algunos de estos personajes aun sin tener estudios superiores demuestren buena capacidad para desempeñar los cargos o encargos que han ocupado tanto en la política como en otro rubros a lo largo de su vida; pero podrían ser los menos quienes sin estudios han demostrado mejor capacidad que quienes presumen tener doctorados o maestrías en equis materias o profesiones.
A principio de los años 80 cayó de vecino en Guadalajara, Jalisco, un muchacho de Ahuacatlán, Nayarit, que había cursado contaduría privada, una carrera de no más de tres años. Llegó recién graduado y en busca de un futuro prometedor.
A este muchacho nayarita se le notaban las ganas de progresar, pues comentaba que por falta de recursos económicos no pudo estudiar para contador público, por lo que se conformó con estudiar para contador privado porque al fin y al cabo la contaduría era lo que más le agradaba, pues se sentía como pez en el agua con los números, cuentas y seguir el hilo del curso que tomaban los dineros.
Entró a trabajar en una Casa de Bolsa, empresa privada que también atendía las cuentas de pensionados gringos avecindados en el estado de Jalisco. Pronto dio a conocer su capacidad en esa empresa, pues al poco tiempo ya había sido ascendido a un puesto ejecutivo; tanto así se desempeñaba en su puesto que sin darse ínfulas ni con asomo de soberbia alguna, comentaba que hasta los mismos contadores públicos más antiguos en esa empresa, acudían con él para que los ayudara en determinados puntos de la contabilidad.
Esa empresa abrió una sucursal en el estado de Michoacán y se le ofreció el puesto de gerente, lo que aceptó de buena gana y ahí le perdí la huella.
Esto viene a colación, porque en sí no se ocupa en realidad un título o tener una profesión al 100 cuando una persona tiene todo el afán de desempeñarse a fondo en lo que le gusta hacer.
En comunicación al respecto con la señora María Eugenia Jiménez Valenzuela, nayarita distinguida que ha ocupado el cargo de presidente municipal de Tepic, diputada federal y es ambientalista de tiempo completo entre otros cargos en su haber, comenta que "algunos siguen opinando que una persona que ostenta títulos, estudios superiores y posgrados, tienen todo para llegar a ser una figura dentro del andamiaje gubernamental, pero que se puede constatar que no son títulos ni grados académicos los que garantizan un buen desempeño en la función pública.
"En un encuentro con Magistrados del Poder Judicial de la Federación en donde se hacía un análisis de los perfiles idóneos para ser un buen servidor público, cuando pidieron mi opinión argumenté y puse sobre la mesa que cuáles eran los atributos necesarios para hacer un buen papel, compromiso, capacidad, conciencia, congruencia, voluntad y paciencia para entender las demandas y necesidades del pueblo, mi argumentación fue que para tal fin, bastaba saber leer y escribir".
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