José Manuel López García
La ética de las máquinas debe ser utilitarista y a la vez universalista. El relativismo no sería un buen planteamiento ético para controlar las actividades de los superordenadores, de los robots o de la inteligencia artificial en general. En el libro de Latorre titulado Ética para máquinas se explicitan numerosos aspectos del mundo que está surgiendo en la era digital.
Existen numerosos retos ante la robotización de muchos trabajos en los próximos lustros. El cambio social ya se está produciendo y el tecnológico será cada vez más intenso y se notará más dentro de diez o veinte años. Según José Ignacio Latorre, catedrático de Física «El futuro está destinado a deparar humanos aumentados tanto física como intelectualmente, viviendo una realidad aumentada».
Considero que es preciso saber aprovechar las grandes ventajas del progreso tecnológico y los beneficios de vivir en la sociedad del conocimiento. Que las máquinas trabajen para cada uno de nosotros será algo que sucederá en un futuro próximo de modo masivo.
La ética humana tiene que ser aplicada en el control de los sistemas automáticos, y de los grandes superordenadores con el fin de evitar que tomen decisiones negativas para la especie humana. Las tecnologías se irán perfeccionando y se consumirá menos energía. El aprendizaje autoprogramado de la inteligencia artificial es muy positivo y, aparentemente, no tiene límites.
No es ético que se recopile información que invada la privacidad de las personas, algo que ya está sucediendo en Internet, en cierto modo, por el rastro electrónico que dejan las navegaciones en la red.
La capacidad de procesamiento del cerebro es enorme, ya que puede procesar en paralelo más de quinientos millones de señales por segundo. En el futuro próximo habrá generación de contenidos producidos por las máquinas. La inteligencia artificial creará música de alto nivel y todo tipo de bienes culturales. Si bien la creatividad humana seguirá siendo la más importante.
Según Latorre llegarán los conductores artificiales y los empresarios y políticos artificiales y también la justicia apoyada en la inteligencia artificial. Tendrán que definirse y establecerse principios éticos para los robots y los superordenadores.
La actitud utilitarista puede ser la mejor para la toma de decisiones autónomas de la inteligencia artificial, con el fin de asegurar la afirmación de la dignidad y el bienestar humano.
Ya Mill en su libro el Utilitarismo de 1861 indica como fin u objetivo de la ética el logro de la máxima felicidad para el máximo de personas y expone su concepción de la felicidad como el balance positivo del placer respecto del dolor. Y esto es aplicable también a la sociedad de la información o del conocimiento en la que estamos inmersos.
En relación con las programaciones de los sistemas automáticos o los superordenadores está claro que debe ser posible la delimitación y el seguimiento de la trazabilidad de los programas y de los códigos de la inteligencia artificial. De este modo se podrán exigir responsabilidades ante errores y abusos en relación con el mundo telemático en el que ya están todas las personas de una manera u otra.
No cabe duda de que la Ley Orgánica de Protección de Datos está vigente para proteger los datos de todos y el derecho a la privacidad. Como afirma Latorre «El derecho al secreto de salud no será efectivo si no se imponen leyes firmes, con brutales penalizaciones para aquellos que las transgredan».
Es evidente que lo que se sube a Internet es muy difícil borrarlo y puede haber distintos deseos, enfoques y planteamientos. Desde las personas que no quieren dejar huella de sus vidas hasta los que si quieren.
Parece que existe la posibilidad de que en un futuro cercano la redistribución de beneficios junto con las máquinas que trabajen puedan aumentar la eficiencia real de las empresas. De esta forma como dice Latorre «Nuestras pensiones serían pagadas por las máquinas que nos sustituyan». Puede pensarse que es increíble, pero no es imposible. Como se puede observar el panorama que se puede perfilar para dentro de dos o tres décadas es muy diferente al actual.
El avance tecnológico está claro que es imparable y aumentará la calidad de vida de las personas. El gran reto es el sostenimiento de un planeta habitable. ¿Se podrá programar la pasión en la inteligencia artificial? Creo que sí, aunque no sería igual que la pasión humana. Bertrand Russell se dejó gobernar por las pasiones.
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