Ramón Larrañaga Torróntegui
El primer objeto de amor y odio del lactante es su madre. El niño(a) desea y lo odia a la vez con toda la fuerza e intensidad características de las tempranas necesidades del niño.
Al principio ama a su madre cuando ésta satisface sus necesidades de nutrición, calmando sus sensaciones de hambre y proporcionándole placer sensual mediante el estímulo que experimenta su boca al succionar el pecho.
Esta gratificación forma parte esencial de su sexualidad, de la que en realidad constituye la primera expresión. Pero cuando el niño tiene hambre y no se le gratifica, o cuando siente molestias o dolor físico, la situación cambia bruscamente. Se despierta su odio y su agresión y lo dominan los impulsos de destruir a la misma persona que es objeto de sus deseos y que en su mente está vinculada a toda su experiencia buena y mala.
No es el único argumento que se puede considerar en relación con la gratificación y la frustración que ella genera en el niño, pues las fantasías son aquí un elemento fundamental que acompaña a esos estados. Podría verme muy radical, al señalar que las fantasías acompañan al niño desde el nacimiento y tienen una estrecha relación con las necesidades biológicas.
A lo largo de la vida del sujeto, esa ambivalencia permanece inconscientemente, adquiriendo diferentes grados de expresión, tiende además a su actualización en los vínculos íntimos que entablamos. Es terreno fértil para la emergencia de la idealización de aquellas personas con las que nos relacionamos, pero también da la posibilidad de la aparición del odio dirigido hacía esas mismas personas.
Encontramos así, que al sujeto lo habitan estados afectivos contradictorios en relación con los objetos, sentimientos en conflicto que pueden alternarse o mezclarse de un modo complejo.
Esto genera inestabilidad en ese sujeto, en tanto que odio y amor se substituyen uno al otro de modo repentino, o se mezclan, generando en los dos casos una buena cantidad de angustia. Esa contradicción aparece de modo inconsciente y trae asociada una lucha permanente del sujeto por aplacar los sentimientos hostiles hacía las personas amada.
Quien se ve inmerso en ese conflicto permanente, donde el amor y el odio guían gran parte de su existencia, va construyendo un conjunto de justificaciones conscientes por las cuales aparece tanto un sentimiento como el otro. Cuando hay conciencia de esos estados y el odio va ganando terreno, es difícil separarse de la persona odiada (y amada) y si esa persona ha sido infiel puede optarse por planear o realizar una venganza, con la idea de que así se lograra un estado de tranquilidad.
En muchos casos de infidelidad, es interesante descubrir un argumento vinculado a la venganza que se quiere consumar siendo infiel, frases como las siguientes muestran esta situación: Ahora me toca a mí andar con otro, para que vea lo que se siente; quiero saber que se siente serle infiel a quien tanto amaste y ahora lo odias con la misma fuerza; me canse de que me vea la cara, yo también tengo derecho a hacerla tonta; le fui fiel mucho tiempo y no por que no tuviera oportunidad de engañarlo, sino porque lo quería mucho, pero no vale la pena seguir así.
Letra de canciones como: Tres veces te engañe, tres veces te engañe, la primera por coraje, la segundo por despecho y la tercera por placer. Estas frases muestran ese conflicto que habita a la persona despechada, en esos casos la infidelidad aparece como acto de justicia, como intercambio equitativo, debido al daño que el otro infringió.
Como en el caso de la fantasía, la infidelidad se llega a concretar en los hechos, en otros casos únicamente encontramos la amenaza silenciosa o dirigida abiertamente a la pareja.
En cualquiera de los dos casos, aparece con mucho énfasis esta dosis de legitimación de un acto, que consumado o no, sería la más justa retribución para "pagar con la misma moneda a quien nos hizo daño y nos fue infiel.
Es decir, infringir un daño al amado por habernos dañado, situación muy paradójica que lleva a quien concreta la acción, a un laberinto del cual no es fácil salir, pero que no se relaciona solamente con el vínculo específico en donde se promueven los deseos de venganza.
Tentación: Según lo dicho por Freud, el amor resultaba antes que nada una satisfacción. Pero el amor tiene que ver con el bienestar de la persona debido a que satisface una necesidad, de aquí brota la gratitud, para dar cuenta de esa condición amorosa, concepto que se opone a la envidia, el cual se refiere al deseo de destrucción del ser amado, puesto que en el mundo fantástico aparece como malo.
Es necesario tomar en cuenta esa oposición entre envidia y gratitud, debido a que puede aparecer un dolor, un penar, por haber dañado a la persona al sentir envidia.
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