Ramón Larrañaga Torrontegui
Un día platicando como mi amigo Albano Garro saltó la pregunta y respuesta desde sus labios: ¿Qué deseo quieres se te cumpla? Señalando con su dedo me confió su secreto pensamiento para conquistar lo que se desea. Todo deseo y anhelo está dentro de ti; consiste simplemente en eliminar ciertas palabras del vocabulario y accionar. Lo primero es intentar, decidir, plantear el deseo, planear el logro.
Un requisito indispensable es comprometerse con lo que se quiere lograr. No confundir intención con decisión, si no hay decisión no hay acción por lo tanto no da resultados. Lo primero es trabajar en los propósitos y guardar un poco las intenciones. Lo primero nace desde tu persona, ser mejor esposo, padre, hijo, amigo, son cambios personales que no se deben hacer por obligación sino por responsabilidad, lo que significa es devolver, reciprocidad, gratitud. Elimina para siempre de tu vocabulario la palabra imposible, ese solo es de uso común en los mediocres, la usan como escudo para proteger su falta de capacidad justificando su pasividad.
El preguntarnos posiblemente nos dé una idea más clara en asuntos primordiales en cuanto que somos muy dados a culpar a los demás, por ejemplo siempre nos enojamos cuando una persona no nos ayuda como si esa persona tuviera la obligación en hacerlo o si por alguna razón las cosas no suceden como las esperábamos nos sentimos martirizado de una mala racha de suerte que no terminar en pasar. Nadie es responsable de nosotros, ni le los logros que uno obtenga, eso es personal, incluso el deseo de resultado. La gente pobre en dinero aprende que la riqueza va vinculada al pecado y quien la posee, debe regalar parte de la misma para que su alma se salve, así que aprendió desde la conquista que el blanco tenía derecho a esclavizar, adquirir bienes como fruto del trabajo de otro y para limpiar su culpa entregaba generosos donativos a la iglesia.
El cura se encargaba en lavar el cerebro al esclavo con el cliché de que los pobres económicamente hablando van al cielo mientras que los ricos sin importar la procedencia de su riqueza tenía que donar parte de la misma a la iglesia para que no quedaran estancados en el purgatorio. El Papa y sus cardenales encontraron un buen filón de oro en las bulas (Siglo XV) están se entregaban como un certificado de perdón de los pecados mediante el pago de la misma (Por adelantado) El precio lo establecía la iglesia mediante una investigación de la riqueza y pecados del susodicho benefactor. La Iglesia metió en la cabeza de los pobres que el rico tenía la obligación en ayudar al pobre (Conciencia heredada a la fecha en los pueblos) Hay pobres que consideran su derecho en tomar bienes del rico sin su permiso como también hay ricos que no sienten culpa alguna en despojar de sus bienes al pobre (Despojo de tierras, aguas, hijas), en ambos casos la visión fue adquirida y es parte de nuestra realidad (Secuestro).
Por supuesto que produce sufrimiento ver las necesidades que padecen los demás, más si éstos son de la propia familia. El sentido de fraternidad y solidaridad nos lleva a ofrecerles ayuda aun cuando no la pidan; es más, existen casos en que con el deseo de que vivan mejor las personas que amamos, les entregamos lo que no han pedido. Cuando el ayudado se da cuenta de que puede lograr lo que desea sin esforzarse, se acomoda en la vida y se limita a extender la mano, a dar las gracias y a pensar que lo recibido no es suficiente (Chantaje del hijo). El benefactor se siente bien consigo mismo, pues gracias a él está sobreviviendo, aun cuando no logra comprender por completo la insatisfacción velada que refleja su beneficiado. Ambos han caído en un juego de codependencia.
Muchos padres de familia han caído en esta trampa, haciendo que sus hijos adultos sigan siendo niños que dependen de ellos para resolver sus vidas. Ser padre es una maestría y dejar de serlo también. Lo que no significa dejar de amar a los hijos, de estar alertas ante sus problemas y de apoyarlos cuando sea necesario. Pero hay que educarlos para ser libres y esto significa que se hagan responsables de sus propias vidas y que luchen por alcanzar lo que desean. Es necesario que los padres se retiren de seguir dirigiendo la vida de sus hijos, y por otro lado, es necesario, en aquellas personas con síndrome de mártires, que borren de su mente que los demás tienen la obligación de ayudarlas; que dejen de creerse salmones nadando contra corriente y, liberando a los demás de sus problemas, se dediquen a resolver su porvenir.
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